El misterio del mal en nuestra vida

Nada más salir de la celebración de la Pascua, nos encontramos con que Marcos nos describe el drama de la lucha y de la oposición a Jesús. Unos no le comprenden. Otros le siguen por motivos superficiales. Otros se le oponen abiertamente y le acusan de estar en connivencia con el demonio.

Es bueno reconocer el mal que hay, tanto en la historia de la sociedad y de la iglesia como en la particular de cada uno de nosotros. Existe la tentación y el pecado. Ya desde el principio: en el Génesis escuchamos la descripción de la primera caída, todo un símbolo de lo que luego ha sido y sigue siendo la historia de la humanidad. Recordar que existe el pecado y las "estructuras de pecado" que hemos creado nos hace humildes y desmitifica el orgullo que podemos sentir por los progresos de nuestra generación.

Es una experiencia que tenemos todos: niños y mayores, religiosos y laicos.

El mal existe en nuestra vida, y todos caemos en él.

Sigue existiendo, en la sociedad o tal vez también en nosotros mismos, ese "pecado contra el Espíritu" que es el de no querer ver la luz y la interpelación de Cristo.

Los letrados que venían de Jerusalén, muy seguros en sus esquemas mentales, trataron de desacreditar a Jesús. Bastaba interpretar su actuación como la de un loco o hacer correr que era un fanático o que estaba endemoniado (¿se puede estar endemoniado y a la vez ser exorcista, expulsador de demonios?).

Una tendencia parecida la podemos sentir todos: ante una exigencia radical del evangelio nos defendemos con interpretaciones exegéticas; o ante el testimonio valiente de alguien bueno somos capaces, más o menos conscientemente, de quitar prestigio o buscar los modos de hacer callar la voz profética que nos molesta.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

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