Nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí

Lectura

Evangelio según San Marcos 9,37-39

Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros». Pero Jesús les dijo: «No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. 

 

ORATIO

Padre santo, guía mis pasos por el camino del bien. Hazme encontrar maestros que enseñen con la palabra y con la vida, que estén en contacto con las fuentes genuinas de tu Palabra. El mundo rebosa de pretendidos maestros que no rara vez tienen la desfachatez de declararse o hacerse llamar maftre á penser, como si fueran nuevos Aristóteles. Son pregoneros, insustanciales capaces de alborotar, pensadores de temporada o vendedores de ideas rancias. Sin embargo, tienen muchos seguidores. Ayúdame, Señor, a distinguir el grano de la paja, la verdad de la ilusión, la sustancia del brillo seductor. Te pido el don de la sabiduría, usando las palabras del rey Salomón, prototipo de todos los sabios, que, con agudeza, te pidió poder participar de una cualidad que, siendo principalmente tuya, te place infundir en quien te la pide en la oración y en quien la custodia en la vida: «Contigo está la sabiduría, que conoce tus obras; estaba presente cuando hacías el mundo y sabe lo que es agradable a tus ojos y lo que es conforme a tus mandamientos.

Envíala desde el santo cielo, desde el trono de tu gloria mándala, para que me asista en mi tarea y sepa yo lo que te es agradable.

Porque ella, que todo lo sabe y lo comprende, me guiará con acierto en mis empresas y con su gloria me protegerá. Así, mis obras te agradarán, gobernaré a tu pueblo con justicia y seré digno del trono de mis antepasados» (Sab 9,9-12).

 

REFLEXIÓN

Jesús sigue educando a los suyos. Esta vez les enseña que no tienen que ser personas celosas ni caer en la tentación del monopolio de nada. Es otra de las tentaciones de «los buenos»: acaparar a Dios, monopolizar sus dones y sus bienes, sentir celos de que otros hagan cosas buenas. No somos dueños del Espíritu. Deberíamos saber aceptar la parte de razón de los demás, reconocer sus valores, admitir que también otros actúan al menos tan inteligentemente como nosotros y con la misma buena voluntad, y alegrarnos de sus éxitos. 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

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