María, mujer eucarística
Si queremos descubrir en toda su riqueza la relación que une a la Iglesia con la Eucaristía, no podemos olvidar a María, Madre y modelo de la Iglesia. María puede guiarnos hacia este Sacramento porque tiene una relación profunda con él. A primera vista, el Evangelio no habla del tema. En el relato de la institución, la tarde del Jueves Santo, no se menciona a María. Se sabe, sin embargo, que ella estaba junto con los Apóstoles, «unida en la oración», en la primera comunidad reunida después de la Ascensión en espera de Pentecostés. Esta presencia suya no pudo faltar en las celebraciones eucarísticas de los fieles de la primera generación cristiana, asiduos «en la fracción del pan». En la Eucaristía, la Iglesia se une a Cristo y a su sacrificio, haciendo suyo el espíritu de María. Esto lo podemos profundizar releyendo el Magnificat en perspectiva eucarística. La Eucaristía es, como el canto de María, una alabanza y una acción de gracias. Cuando María exclama « mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador», lleva a Jesús en su seno. Alaba al Padre por Jesús, pero también lo alaba en Jesús y con Jesús. Esto es precisamente la verdadera «actitud eucarística». Al mismo tiempo, María rememora las maravillas que Dios ha hecho en la historia de la salvación, según la promesa hecha a nuestros padres, anunciando la que supera a todas ellas, la encarnación redentora. En el Magnificat, en fin, está presente la tensión escatológica de la Eucaristía. Cada vez que el Hijo de Dios se presenta bajo la «pobreza» de las especies sacramentales, pan y vino, se pone en el mundo el germen de la nueva historia, en la que se «derriba del trono a los poderosos» y se «enaltece a los humildes». María canta el « cielo nuevo » y la « tierra nueva » que se anticipan en la Eucaristía y, en cierto sentido, deja entrever su 'diseño' programático. Puesto que el Magnificat expresa la espiritualidad de María, nada nos ayuda a vivir mejor el Misterio eucarístico que esta espiritualidad. ¡La Eucaristía se nos ha dado para que nuestra vida sea, como la de María, toda ella un magnificat!
Monseñor Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Ávila