El Arzobispo pide oración por los Arzobispos, Mons. Emilio Berlié y Mons. Gustavo Rodríguez

 

Tijuana, B.C.- El Arzobispo Metropolitano, Don Rafael Romo Muñoz, ora y pide oración por el Arzobispo Emilio Carlos Berlié Belauzarán, quien entregará la sede episcopal de la Arquidiócesis de Yucatán, así como por el Arzobispo Electo, Mons. Gustavo Rodríguez Vega.

“Mi antecesor, Mons. Emilio Carlos Berlié Belauzarán, estuvo aquí unos 12 años como obispo, y luego lo pasaron a Mérida. Todo el tiempo que yo llevo aquí más un año, es decir, él ya tiene 20 años en Mérida como arzobispo, y él entrega ya la Arquidiócesis de Yucatán a su sucesor. De tal manera que él pasaría de arzobispo a arzobispo jubilado…Pidamos por él para que en esta nueva etapa de su vida, ya no con todas las responsabilidades pero si con las funciones de servir, pero ya no será autoridad, para que el Señor lo bendiga en gratitud por tantos años que estuvo sirviendo aquí en nuestra Arquidiócesis”, dijo el Arzobispo.

La celebración de entrega de sede episcopal se llevará a cabo mañana miércoles en Mérida, Yucatán.

Recordó Mons. Romo Muñoz que conoce a Mons. Berlié Belauzarán  desde hace más de 50 años, cuando ambos estaban en el Seminario, y posteriormente durante sus estudios de Filosofía y Teología.

Explicó que la Iglesia tiene 2000 años y desde el inicio de la misma existen los obispos, como lo dice San Pablo en las Sagradas Escrituras de cómo iba constituyendo obispos.

“Siempre había sido que el obispo era vitalicio hasta que concluía su vida o cuando él mismo pedía la posibilidad de un retiro se le concedía. En cambio hace 50 años, estamos ahorita en el marco de los 50 años del Concilio Vaticano II, que es esa experiencia magnífica, la más grande experiencia de la Iglesia en los últimos 50 años en que se pensó dentro de lo que es la estructura de la Iglesia, que el obispo también tuviera un límite en su trabajo y por lo cual pasara a ser como jubilado”, detalló el Arzobispo.

Y que ese periodo se determinó posteriormente en el Derecho Canónico, que contiene la legislación de la Iglesia, que determina que cuando el obispo llegue a los 75 años de edad debe presentar su carta de renuncia y se convierte en obispo emérito, equivalente a una persona jubilada.

 

 

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