Tener presente al otro

“Todos los creyentes vivían unidos y tenían todo en común” Hech 2,44.     

          La filosofía y, sobre todo, la antropología contemporánea han dado un énfasis primordial al “cara a cara”, a “la relación”, y con ella, al “diálogo” y a la “responsabilidad”.  Vienen a decir que el ser humano es esencial y constitutivamente un “ser en relación”, persona, volcado a un y no a un  yo.     

          En nuestro mundo occidental, se ha resaltado la primacía del yo, sobre el tú, que impone, como modo de convivencia, la ley del más fuerte y la anulación sistemática de la diferencia…     

          Todas las personas tienen un rostro, que en palabras delicadas es “aquello de lo  cual se produce originariamente el acontecimiento original del cara a cara que la fachada de los edificios y de las casas no hacen más que imitar”.      

          Todos los hombres somos responsables unos de otros.  Soy responsable del otro, incluso cuando comete crímenes.  La ética aparece como un imperativo primero, pero no debe entenderse como un conjunto de normas o directrices, sino como una atención a lo humano, especialmente a la acción y a la responsabilidad de todo ser verdaderamente libre.  La proclama ética fundamental es tan sencilla como revolucionaria: “hacerse cargo del destino de los otros”.  Esta responsabilidad es el verdadero ágape.      

          En Mateo 25, claramente se presenta la relación con Dios como relación con otra persona desde el horizonte de  la responsabilidad.  Insiste en que no se trata de una metáfora: “en el otro se da la presencia real de Dios”.  No dice que el Otro sea Dios, sino que en su rostro se escucha literalmente su Palabra. 

En los siguientes números del Documento de Puebla, así nos aparece:

“31. La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela:

32. —rostros de niños, golpeados por la pobreza desde antes de nacer, por obstaculizar sus posibilidades de realizarse a causa de deficiencias mentales y corporales irreparables; los niños vagos y muchas veces explotados de nuestras ciudades, fruto de la pobreza y desorganización moral familiar;

33. —rostros de jóvenes, desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad; frustrados, sobre todo en zonas rurales y urbanas marginales, por falta de oportunidades de capacitación y ocupación;

34. —rostros de indígenas y con frecuencia de afroamericanos, que, viviendo marginados y en situaciones inhumanas, pueden ser considerados los más pobres entre los pobres;

35. —rostros de campesinos, que como grupo social viven relegados en casi todo nuestro continente, a veces, privados de tierra, en situación de dependencia interna y externa, sometidos a sistemas de comercialización que los explotan;

36. —rostros de obreros frecuentemente mal retribuidos y con dificultades para organizarse y defender sus derechos;

37. —rostros de subempleados y desempleados, despedidos por las duras exigencias de crisis económicas y muchas veces de modelos de desarrollo que someten a los trabajadores y a sus familias a fríos cálculos económicos;

38. —rostros de marginados y hacinados urbanos, con el doble impacto de la carencia de bienes materiales, frente a la ostentación de la riqueza de otros sectores sociales;

39. —rostros de ancianos, cada día más numerosos, frecuentemente marginados de la sociedad del progreso que prescinde de las personas que no producen.” 

          La propuesta, entonces es: proteger la dignidad del otro desde una minoridad personalmente asumida, como sendero de salvación comunitaria.  Hemos de convertirnos de nuestro afán de posesión para abrirnos al misterio del “cara a cara” que mantiene las posibilidades siempre abiertas e insospechadas.  La acogida, la ternura, la convivialidad, la solidaridad, la compasión, el amor son los términos que clarifican esta minoridad. 

          La responsabilidad ética cobra dimensiones extremas lejos de todo falso idealismo o materialismo.  El otro no es otro abstracto, ni siquiera prójimo, es hermano.El modelo a seguir es Cristo, que asumió la condición de siervo mostrándonos así el rostro auténtico de su condición divina y la ruta que han de tomar sus seguidores si desean anunciar su reino. 

          El texto de 2Cor 8,9 está lleno de significado: “conocen bien la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por ustedes se hizo pobre a fin de que se enriquecieran con su pobreza”.

          Pongamos nuestra atención sobre modos concretos y equivocados de posicionarnos, desde una lógica ególatra contraria a nuestra fe, por ejemplo: la supuesta supremacía del clérigo sobre el laico, del hombre sobre la mujer, del blanco sobre el negro o indígena, del norte sobre el sur, del rico sobre el pobre, del católico sobre el musulmán o el judío, del ser humano sobre la creación. 

          La raíz fundamental del cambio, que al principio resulta amarga y luego se torna dulzura de alma y cuerpo, es dejarnos conducir por el Señor ante los nuevos leprosos de nuestro tiempo.El desafío se enfrenta con lucidez y audacia.  Encontrando juntos las mediaciones que nos permitan vivir con nitidez evangélica, tanto en nuestras fraternidades como en medio de nuestros pueblos, la buena noticia de ser hermana, de ser hermano. 

          Ser hermana, hermano, nos acerca al otro como lugar privilegiado en el que nos invade el aroma mismo de la Trascendencia.Sintamos resonar en el corazón la interrogante fundamental que Dios nos plantea  como ruta de salvación y liberación: “¿Dónde está tu hermano? Nos sentimos interpelados a dar una respuesta a Caín, una respuesta que diga, más que con palabras, el verdadero sentido de existir: ¡sí, soy el guardián de mi hermano¡ 

Fray Juan María Huerta Muro

Ministro Provincial de la Provincia Beato Fray Junípero Serra y Vicario Episcopal para la Vida Consagrada de la Arquidiócesis de Tijuana 

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