Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos
JUEVES
Evangelio: Lucas 15, 1-10
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo. Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo entonces esta parábola: «Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la oveja que se me había perdido”. Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse».
Y les dijo también: «Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: “Alégrense conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido”.
ORATIO
¿Fariseo? A veces lo soy, y tú entonces, Señor, me condenas, porque, tras haberme vuelto seguro con una lógica intransigente, me vuelvo intolerante con los que son esclavos de normas absolutas que ofuscan y desaprueban la libre aportación de decisiones individuales destinadas a situaciones específicas. Esta actitud me convierte en un «sepulcro blanqueado», irreprensible en cuanto a la justicia —como dice Pablo— y duro con las limitaciones ajenas. Pero tú has dicho: «i-Ay de los que juzgan…! ».
¿Publicano? Así me presento, y tú, Señor, me perdonas porque no soy «justo» a mis ojos. Esta visión, más humana y más real, de mi debilidad me permite experimentar tu misericordia, gustar tu amor y vivir con agradecimiento en una actitud de respeto hacia ti, hacia mí mismo, hacia los otros, hacia el mundo. Al amor se le responde con alegría, y por eso «se llenarán de alegría los ángeles de Dios por un pecador que se convierta».
Mons. Salvador Cisneros G.
Parroquia Santa Teresa de Ávila