Presentación de la CEM ante la Cámara de Diputados de la agenda de derechos humanos de la Iglesia en México

Reconocer para Promover

Presentación ante la cámara de diputados de la agenda

de derechos humanos de la Iglesia en México

 

Ciudad de México, 23 de abril de 2019

Prot. 79/2019

 

Estimados Legisladores que sirven al pueblo de México desde esta Cámara de Diputados, y a todos los que nos acompañan en esta sala. Muy buenas tardes.

Agradezco la invitación de la Comisión de Derechos Humanos de esta sexagésima cuarta Legislatura para dirigirme a ustedes y compartirles la agenda de Derechos Humanos de la Iglesia en México

En esta presentación trataré de responder a tres preguntas esenciales:

  I. ¿Cuáles son los elementos mínimos para comprender la historia de la relación entre la Iglesia Católica y el compromiso en la defensa de los derechos humanos?

  II.  ¿Cuáles son los desafíos actuales en la promoción y defensa de los derechos humanos?

 III.   ¿Qué hace actualmente la Iglesia Católica en México a favor de la dignidad de la persona y los derechos que de ella se derivan?

       I.  ¿Cuál es la historia entre la Iglesia Católica y la defensa de los derechos humanos?

         Ha sido largo el camino recorrido por la humanidad para llegar al reconocimiento de la dignidad intrínseca de todo ser humano. No siempre ha sido claro para las diferentes culturas y sociedades que todo miembro de la especie humana es persona, que posee una altísima dignidad, y que ella es el fundamento del que se desprenden todos los derechos humanos que deben ser promovidos y respetados.

         Existen en la historia muchos filósofos, teólogos, hombres de religión, políticos, comerciantes y ciudadanos que, condicionados por su tiempo y cultura, no lograron reconocer como “iguales” a personas de otra raza, color de piel, religión o apariencia. Tuvieron que darse históricamente la esclavitud, los “ghettos”, los exterminios y otros atropellos más para que la humanidad abriera los ojos, reaccionara y empezara a “remar contracorriente”.

         Por otro lado, los precursores de la defensa de la dignidad humana no siempre recibieron el respaldo de las instituciones a las que pertenecían. Muchos intereses económicos, políticos, religiosos, etc., constituyeron una fuerte resistencia a quienes querían despertar la conciencia de sus contemporáneos ante el reconocimiento de la dignidad de todo ser humano.

         La Iglesia Católica, inserta en la historia, ha vivido como otras instituciones humanas sus propias “conquistas, omisiones y negaciones” en referencia a los derechos humanos. Gradualmente hemos podido profundizar en la verdad sobre el hombre y la mujer, y esto ha hecho que participemos en el camino común de reconocimiento de la dignidad de las personas a través de los siglos. De hecho, la palabra “persona” se incorporó al lenguaje común para referirse a todo sujeto con dignidad gracias al cristianismo. Antes de la era cristiana la palabra ya existía, pero significaba “máscara teatral”. Los avances que el derecho romano había logrado en materia de justicia sólo lograron enfatizar la importancia de ser ciudadano. Gracias a la reflexión cristiana sobre la “persona” por primera vez en la historia de la humanidad se pudo afirmar con rigor racional estricto que todo ser humano, sin excepción, es sujeto auténtico de derechos. En la actualidad, los mejores pensadores sobre estos temas reconocen que la persona es todo sujeto individual, digno y relacional con capacidad de conciencia y libertad. Esta definición nos permite afirmar la igualdad radical de todos y la importancia de la no-discriminación de nadie.

         Todos los hombres tienen la misma estructura de cuerpo y alma. Todos están dotados de entendimiento y voluntad. Todos son racionales y libres. Todos pertenecen al mismo linaje. Formados a imagen y semejanza de Dios. Así pueden sintetizarse algunas afirmaciones, por ejemplo, de Bartolomé de las Casas [1], fraile dominico (1484-1566), que no sólo defendió la libertad y dignidad de los indígenas sometidos por la conquista española, sino que sentó las bases filosóficas, morales y jurídicas de lo que siglos más tarde llamamos derechos humanos.

Francisco de Vitoria, también dominico (1483-1546), es reconocido aún en las Naciones Unidas como el padre del Derecho Internacional de los Derechos Humanos ya que desarrolló una potente teoría sobre la necesidad de reconocer la común dignidad de todo ser humano a nivel internacional a través de lo que él llamo “Derecho de gentes”.

         Más tarde, después de la segunda guerra mundial filósofos católicos como el francés Jacques Maritain (1882-1973) incidieron notablemente en la redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948.

         El Papa Juan XXIII da carta de ciudadanía en el mundo católico a los derechos humanos con la encíclica Pacem in terris (1963): “En la época actual se considera que el bien común consiste principalmente en la defensa de los derechos y deberes de la persona humana. De aquí que la misión principal de los hombres de gobierno deba tender a dos cosas: de un lado, reconocer, respetar, armonizar, tutelar y promover tales derechos; de otro, facilitar a cada ciudadano el cumplimiento de sus respectivos deberes. Tutelar el campo intangible de los derechos de la persona humana y hacerle llevadero el cumplimiento de sus deberes debe ser oficio esencial de todo ser público”.

         No sólo en el campo de la reflexión sino sobre todo en el de la acción muchos obispos, sacerdotes y laicos se han convertido en defensores de derechos humanos en medio de dictaduras, grandes injusticias y promoción de una vida digna. Probablemente el asesinato el 24 de marzo de 1980, de Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, o el compromiso pastoral de Samuel Ruiz, en favor de los pueblos indígenas, sean de los casos más representativos de una generación de hombres de Iglesia comprometidos con la denuncia y defensa de los derechos humanos en nuestro continente.

Oportuno es mencionar a Mons. Juan José Gerardi, Obispo Auxiliar de Guatemala, asesinado el 26 de abril de 1998, promotor de la Oficina de DDHH de este Arzobispado, quien tenía como objetivo, defender dentro y fuera de la Iglesia el valor de la vida, la dignidad de todo ser humano, la necesidad de la paz, el valor de un estado de derecho y el fin de la impunidad. Ésta última, el problema más grave de los DDHH, porque no se inculpa a nadie, sino que queda guardado bajo un manto de miedo y de silencio cómplice, pretendiendo con ello, ignorar el dolor y negar la existencia misma, de las víctimas. Todo ello, lo denunció y defendió Mons. Gerardi, para acompañar, y compartir la pena y la angustia de los miles de muertos, desaparecidos y torturados, que como en México, muestran la raíz de la injusticia, la ausencia de Dios y de los valores. Principios, por los cuales luchó hasta ofrendar su vida. [2]

    II.   ¿Cuáles son los desafíos actuales en la promoción y defensa de los derechos humanos?

El Papa Francisco, en su mensaje a los participantes en la Conferencia Internacional “Los derechos humanos en el mundo contemporáneo: conquistas, omisiones, negaciones” dijo el pasado diciembre:  “Observando con atención nuestras sociedades contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos, proclamada solemnemente hace 70 años, sea reconocida, respetada, protegida y promovida en todas las circunstancias”.

         El Papa recuerda que “en el mundo de hoy persisten numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar, descartar e incluso matar al hombre. […] Pienso, en los niños por nacer a quienes se les niega el derecho a venir al mundo; en aquellos que no tienen acceso a los medios indispensables para una vida digna; en aquellos que están excluidos de la educación adecuada; en quien está injustamente privado de trabajo o forzado a trabajar como esclavo; a quienes están detenidos en condiciones inhumanas, a quienes son sometidos a torturas o a quienes se les niega la oportunidad de redimirse, a las víctimas de desapariciones forzadas y sus familias.” No podemos dejar de incluir en esta lista, a las víctimas de abuso sexual dentro de la Iglesia y también en la sociedad, con lo que se crucifica sin misericordia a tantos menores.

         Ante estos graves fenómenos, dice el Papa, todos somos cuestionados: “cada uno está llamado a contribuir con coraje y determinación, en la especificidad de su papel, a respetar los derechos fundamentales de cada persona, especialmente de las “invisibles”: de los muchos que tienen hambre y sed, que están desnudos, enfermos, son extranjeros o están detenidos. (cfr Mt 25,35-36), que viven en los márgenes de la sociedad o son descartados.

         Muchas de estas realidades globales descritas por el Papa que vulneran los derechos humanos, las hemos constatado en nuestras comunidades los obispos y sacerdotes de México y las contemplamos como heridas que requieren ser sanadas.

 III.  ¿Qué hace actualmente la Iglesia Católica en México a favor de la dignidad de la persona y los derechos que de ella se derivan?

         El Observatorio Nacional de la Conferencia del Episcopado Mexicano, publicó en 2018, el Directorio de la Obra Social de la Iglesia [3], en el que están registrados 20 Centros de Derechos Humanos (religiosos, parroquiales y diocesanos) operantes en los Estados de México, Coahuila, Chiapas, Chihuahua, Oaxaca, Sonora, Tamaulipas, Tabasco, Tlaxcala y Quintana Roo.

Estos Centros de promoción y defensa de los derechos humanos son parte de las 2466 obras sociales de la Iglesia Católica en México, que incluyen entre otras: (35) Centros de escucha y acogida a víctimas de la violencia, (13) Albergues para enfermos de VIH, (21) Casas de acogida a ancianos y discapacitados, (151) Orfanatos, (119) Casas de Migrantes, (34) Centros de atención a niños y mujeres en situación de calle, (8) Atención a familiares de desaparecidos, (97) Grupos de atención a reclusos y cárceles, etc. (Un mapa digital y directorio sobre todos estos centros puede consultarse en la página www.cem.org.mx).

Miles de laicos, religiosos(as), sacerdotes colaboran diariamente para que esta gran obra social de la Iglesia se convierta en Amor y justicia-en-acción.

         En nuestro Proyecto Global de Pastoral [4] 2031-2033, los obispos hemos descubierto “un desafío fundamental como Iglesia: Dios nos está llamando a generar esperanza, a fortalecer y reconstruir una vida humana más plena para todos sus hijos, especialmente los descartados por estos nuevos fenómenos, una vida que refleje en cada persona, a Cristo el hombre perfecto y se manifieste en condiciones dignas para cada uno” (PGP 164). De las seis opciones que hicimos se desprenden varios compromisos pastorales que dejan ver una transversalidad de la prioridad pastoral que significa para la Iglesia la defensa y promoción de los derechos humanos:

Estos compromisos son:

Þ Generar espacios de encuentro, diálogo y trabajo con otros actores de la sociedad, para colaborar en la reconstrucción de la dignidad de las personas y el tejido social de nuestro país.

Þ Dialogar y colaborar con la sociedad civil y con los organismos nacionales e internacionales para construir la paz.

Þ Apoyar la fundación de centros de Derechos Humanos en las comunidades cristianas, de manera que se fortalezca el Estado de derecho en nuestro país.

Þ Recibir con caridad, acompañar, defender los derechos e integrar a los migrantes que transiten o deseen permanecer con nosotros.

Þ Promover el liderazgo femenino y una participación más amplia en la vida de la Iglesia desde un auténtico respeto a su dignidad.

Þ Identificar y acompañar a los grupos vulnerables de nuestra sociedad: mujeres violentadas, indigentes, damnificados, jóvenes en situaciones de riesgo, enfermos y presos, entre otros.

Þ Crear centros de apoyo para el desarrollo integral de las personas, impulsando la promoción económica para el trabajo comunitario y solidario.

         Estos compromisos pastorales que están haciéndose ya operativos en las 95 diócesis que hay en nuestro país, son el compromiso de potenciar, diversificar y hacer crecer la obra social de la Iglesia que promueve y defiende la dignidad humana en sus ya más de 2466 centros en el país. No es una tarea fácil y mucho menos instantánea. Requiere motivación constante, liderazgo, seguimiento y sinergia con las diferentes Instituciones pues son muchos quienes desde otras trincheras trabajan por la persona, su dignidad y sus derechos.

Conclusión

         Esto es un brevísimo recuento de la participación de la Iglesia Católica en la defensa de los derechos humanos (I), los actuales desafíos que visualizamos (II) y lo que hacemos y seguiremos haciendo como Iglesia católica en México para seguir trabajando a favor de la dignidad de la persona y los derechos que de ella se derivan (III).

         “El reconocimiento de la innata dignidad de todos los miembros de la familia humana es el fundamento de la libertad, de la justicia y de la paz en el mundo” (San Juan Pablo II, 1999) [5]. La Iglesia Católica será fiel a Jesucristo y a su evangelio si, y solo si, se compromete cada día más en la defensa de la dignidad y derechos de todo ser humano.

Hago mías las palabras del Papa Francisco en el mensaje antes citado:

Deseo dirigir un llamado sincero a aquellos con responsabilidades institucionales, pidiéndoles que coloquen a los derechos humanos en el centro de todas las políticas, incluidas las de cooperación para el desarrollo, incluso cuando esto signifique ir contra la corriente”.

 

+ Mons. Alfonso Miranda Guardiola

Obispo Auxiliar de Monterrey

Secretario General de la Conferencia del Episcopado Mexicano

 

 

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