Seguidores de Cristo

Cuando Juan el Bautista es encarcelado, Jesús se marcha al lago de Galilea para comenzar su misión. Allí, sencillamente, llama a unos pescadores que responden inmediatamente a su invitación: "Síganme". Así comienza el movimiento de seguidores de Jesús. Aquí está el germen de lo que un día será su Iglesia. Aquí se nos manifiesta la relación que ha de mantenerse entre Jesús y quienes creen en él. El cristianismo es, antes que nada, el seguimiento a Jesucristo.

Esto significa que la fe no es sólo adhesión doctrinal, sino conducta y vida marcada por nuestra relación con Jesús. Creer en Jesucristo es vivir su estilo de vida, animados por su Espíritu, colaborando en su proyecto del reino de Dios y cargando con su cruz para compartir su resurrección.

Nuestra tentación es siempre querer ser cristianos sin seguir a Jesús, reduciendo nuestra fe a una afirmación dogmática o a un culto. Sin embargo, el criterio para verificar si creemos en Jesús como Hijo de Dios es comprobar si le seguimos sólo a él.

La adhesión a Jesús no consiste sólo en admirarlo como hombre ni en adorarlo como Dios. Quien lo admira o lo adora, sin descubrir en él la exigencia a seguirle de cerca, no vive la fe cristiana de manera integral. Sólo el que sigue a Jesús se coloca en la verdadera perspectiva para entender y vivir la experiencia cristiana auténtica.

En el cristianismo actual vivimos una paradoja. A la Iglesia no sólo pertenecen los que intentan seguir a Jesús, sino, además, los que no se preocupan en absoluto de caminar tras sus pasos. Basta estar bautizado y no romper la comunión con la institución, para pertenecer oficialmente a la Iglesia de Jesús, aunque jamás se haya propuesto seguirle.

Lo primero que hemos de escuchar de Jesús es su llamada a seguirle sin reservas, liberándonos de ataduras, cobardías y desviaciones que nos impiden caminar tras él. Estos tiempos de crisis pueden ser la mejor oportunidad para corregir el cristianismo y mover a la Iglesia en dirección hacia Jesús. Hemos de aprender a vivir de manera dinámica, con los ojos fijos en él, siguiendo sus pasos y colaborando con él en humanizar la vida. Así disfrutaremos la fe de una manera nueva.

Mons. Salvador Cisneros G.

Parroquia Santa Teresa de Ávila

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