La transfiguración del Señor

Evangelio: Mateo 15,21-28 (La fe de una mujer cananea)

 

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo». Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: «Levántense, no tengan miedo». Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos». 

 

ORATIO

 

Estaba lejos de ti
y tú viniste a buscarme.

Estaba en peligro de muerte
y tú viniste a salvarme.

Estaba sin esperanza
y viniste a serenar mi vida.

Estaba cansado de tanto gritar
y tú me respondiste
y me escuchaste…

Ahora sé que me amas desde siempre,
y por siempre, Dios mío, cantaré tu amor.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

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