Sobre el miércoles de Ceniza
Pastoral de la Comunicación.-El Miércoles de Ceniza, conocido en la tradición litúrgica de la Iglesia como “miércoles al inicio del ayuno”, comienza con el sobrio rito de la ceniza, y, de este modo, se da comienzo a la Cuaresma. Un tiempo litúrgico que converge en la Semana Santa y llegar a la Pascua.
Las ceniza, provienen de la quema de los ramos de olivo del Domingo de Ramos del año anterior o de artículos que fueron destinados al servicio litúrgico y que por su desgaste ya no tiene un uso actual. Al tiempo que es una manifestación material y visible. Con la fórmula que reza: “recuerda, hombre, que eres polvo y al polvo volverás”, o “conviértete y cree en el Evangelio”, el ministro hace la señal de la cruz sobre la cabeza de cada persona en la liturgia del Miércoles de Ceniza.
Este rito de la ceniza está relacionado a la penitencia, que se expresaba entre los hebreos cubriéndose la cabeza de ceniza y vistiéndose de aquel áspero tejido llamado cilicio. En la Biblia, Judit, antes de emprender la ardua empresa de liberar Betulia, “entró en su oratorio y, vestida con el cilicio, cubrió de cenizas su cabeza y, postrándose delante de Dios, oró” (Jud 9, 1). Así, la Iglesia, en los siglos V y VI organizó la “penitencia pública”, escogió la ceniza como signo de arrepentimiento, ya que el primer formulario de bendición de cenizas data del siglo XI. El rito de imponer cenizas sobre la cabeza de los penitentes, gesto de gran carga simbólica, se extendió rápidamente por Europa.
En efecto, el rito de la ceniza que se recibe lleva consigo un compromiso espiritual y social específicamente en el camino permanente de la conversión personal, familiar y comunitario.