La vida no depende del dinero

Entre la multitud alguien pide a Jesús que le resuelva un problema de herencia. Jesús le responde que su petición está fuera de lugar. Y luego le explica que su problema no es un asunto de justicia, sino de simple ambición personal. Esta es una ocasión para instruir a los discípulos acerca del valor de la vida y de las riquezas. La vida es mucho más que una acumulación de dinero, propiedades, conocimientos y placeres. La búsqueda incesante de seguridades sólo lleva a vivir en un estado de agitación y de angustia. La dinámica de vivir tras las riquezas, el poder y el prestigio termina por convertir la existencia en una interminable preocupación que nunca se resuelve.

La parábola que Jesús les propone recoge una experiencia de la vida cotidiana. Los seres humanos están dispuestos a amontonar riquezas, a transformar la realidad para preservarlas, para sentirse seguros y satisfechos con ellas. Sin embargo, no aprecian el valor de la vida misma. Sus apegos no les dejan ver otra cosa que sus propias ambiciones.

Nosotros experimentamos intensamente esta situación. En nuestra sociedad se agotan los espacios para valorar al ser humano como persona. Únicamente existen «clientes», mercado, compraventa, jefes, «hombres de éxito», la gente rica. La demás gente no cuenta…

Por esto, hoy se necesita con mayor urgencia proclamar las palabras de Jesús: «la vida no está en los bienes». La vida tiene valor en sí misma. Es un don al que todos los seres humanos tienen derecho.

Hoy escuchamos la voz profética del Maestro: tenemos que hacer lugar a Dios en nuestra vida. Lo que contará al final son las buenas obras que hayamos hecho. Sería una lástima si se pudiera decir que nuestra única riqueza es el dinero. ¿De qué nos valdrá eso, al final del camino, cuando nos presentemos ante Dios? Seríamos «¡necios!», como el granjero del evangelio, porque almacenamos cosas caducas, mientras que nos hemos quedado pobres delante de Dios.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

También te podría gustar...