Dichoso el que no encuentre en mí motivo de tropiezo

Miércoles de la tercera semana de adviento 

LECTIO 

Evangelio: Lucas 7,19-23 

En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar al Señor: -¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro? Ellos se presentaron a Jesús y le dijeron: -Juan el Bautista nos envía a preguntarte: ¿Eres tú el que tenía que venir o hemos de esperar a otro? En aquel momento, Jesús curó a muchos de sus enfermedades, dolencias y malos espíritus, y devolvió la vista a muchos ciegos. 22 Después les respondió: -Id y contad a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia; 23 y dichoso el que no encuentre en mí motivo de tropiezo. 

 

ORATIO

«Cielos, destilad el rocío; nubes, lloved la liberación; ábrase la tierra y brote la salvación». Con el profeta Isaías te invocamos en estos días que preparan el nacimiento de tu Hijo, en los que el cielo y la tierra se encuentran y tu divinidad se une a nuestra humanidad para realizar el admirable intercambio: Dios se hace hijo del hombre, para hacernos a los hombres sus hijos.Esta certeza de fe no impide que broten en mi corazón dudas y temores. A veces llego a pensar que mi vida sea un camino infinito, sin final. Lo único que me queda es ser yo mismo y dirigirte, Señor, con todo mi ser, una plegaria, pues sólo en ti está la victoria y el poder. Como el Bautista me dirijo a ti, para que tu luz me ayude a contemplar los signos de la nueva humanidad que estás creando ya ahora en nuestro mundo. 

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

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