A todos los padres de familia, directivos, maestros y estudiantes, al inicio de este nuevo ciclo escolar

Morelia, Michoacán, a 19 de agosto del 2018

Les saludo con aprecio y la esperanza viva que nos da Jesucristo, Señor y Maestro. Él revela al ser humano lo que éste es y la grandeza de su propia vocación1. Me dirijo a Ustedes ante el desafío de un nuevo ciclo escolar. Cada año experimentamos este deseo de renovación, ímpetu y curiosidad por aquella nueva etapa del camino que se inicia y de la cual todos somos corresponsables.

Es una exigencia acompañar, con el máximo cuidado y atención personal a los niños, adolescentes y jóvenes, como primera y más importante tarea. Ellos son la razón de ser del Sistema Escolar Nacional que conjunta esfuerzos públicos y privados, urbanos y rurales, de educación general y especial, en todos sus niveles y modalidades. Sin duda se abre un tiempo de esfuerzo y generosidad ante las oportunidades y desafíos que nos impone el Cambio de Época que estamos viviendo.

Los tiempos que vivimos nos exigen continuar todo esfuerzo positivo que hasta la fecha se haya logrado y también crear nuevas condiciones de diálogo, encuentro y consenso entre todos los actores de la educación, en el día a día de los esfuerzos que estamos llamados a realizar, para lograr una educación verdaderamente humana y creativa.

Hoy, además de la gestión conjunta del Sistema Escolar que implica administración, leyes, programas, métodos y recursos pedagógicos, la prioridad es: “¿cómo educar hoy para que cada alumno, sea capaz de llegar a ser constructor de paz, promotor de un desarrollo humano integral y para que pueda ser una persona plena, integral y feliz?” La corrupción y la inseguridad, que tanto nos agobian, son signos de que muchos no han captado con claridad el sentido de la vida; pues en lugar de abusar, engañar o violentar a otro ser humano, hemos de respetar, amar y ofrecerle condiciones de una vida digna en todo momento.

Los maestros, junto con los directivos, tienen la misión de tomar en cuenta la realidad concreta de cada uno de los niños y jóvenes de sus escuelas, considerando sus contextos culturales, étnicos, familiares, sociales y económicos. Pero sobre todo, han de confiar en que la disciplina, ofrecida con afecto y razón, es el medio más efectivo para logar el aprendizaje y la realización plena de las nuevas generaciones.

Los padres de familia son los primeros responsables de la educación de sus hijos. Esto implica que no sólo deben llevarlos a la escuela, sino que cada hogar ha de ser un espacio de transmisión y vivencia de los valores más profundamente humanos, como el respeto, la generosidad, la búsqueda de la verdad y el ejercicio del amor.

Los centros de educación católica han de ser especialmente generosos, comprendiendo que los tiempos difíciles nos exigen vivir la fe, esperanza y caridad con mayor radicalidad.

Roguemos a Dios que todos podamos servir, promover y enriquecer abundantemente a nuestra niñez y juventud. María de Guadalupe, Madre llena de ternura, nos acompañe y nos ayude como a Juan Diego a vivir con dignidad y a construir una patria justa y fraterna.

+ Alberto Cardenal Suárez Inda 

Arzobispo Emérito de Morelia y 

Responsable de la Dimensión de Pastoral Educativa de la CEM.

 

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