Iniciemos este año con buenos deseos, con ilusión y optimismo

Estupendos amigos lectores: ¿qué tal? ¿cómo se encuentran por ahí?  Mis mejores deseos para que este año 2011 sea bueno para México y para el mundo. Un sano “nacionalismo” no tiene nada de reprobable. Tenemos sobrados motivos para querer a México. Aquí nacimos, aquí vivimos. Hemos contemplado mil veces su cielo, sus montañas, sus valles, sus mares y playas. Hablamos un mismo idioma. Una misma historia, (azarosa si se quiere)  nos une. La música, la cocina mexicana, las tradiciones, usos y costumbres, la religiosidad, la fe nos hermanan.  Y las cosas más típicas  como puede ser el maíz (somos hijos del mais) los frijoles, las tortillas, los tacos, el tequila, la guitarra, el sombrero, el mariachi,  el barro, nos identifican. Hasta nuestro caminadito. Yo creo que si andamos en París y a lo lejos  divisamos  a alguien  caminar por los campos Elíseos, podemos decir: aquel es mexicano. Pero además hay que recordar que somos ciudadanos del mundo.  “Manque”…. no hablemos inglés, tratemos con respeto a los vecinos del norte (y a todos los extranjeros). Bueno, amigos: pues ya vamos remontando la famosa “cuesta de enero”. Hay que meter primera. Esto quiere decir que  el mes de diciembre fue de compras, de gastos, de frenesí “shopinero”, de gangas. Y además ha sido de descanso, de “fodonguéz”, de “dolce far niente”,  de tirarnos a la milonga, de dormir, de comer, de flojear. Y ahora pues hay que pagar las consecuencias. Diciembre le está cobrando la factura a enero. A ver si “como roncas duermes”, a ver “de qué cuero salen más correas”. Ahora sí viene lo bueno: a pagar el predial,  las placas (la tenencia ya no), la luz, el agua,  y a esto agréguele los gastos de alimentos  y demás. Es cuento de nunca acabar a estirar el gasto, a hacer “de tripas corazón”. México vive sumergido en graves problemas de pobreza extrema, de inseguridad, de violencia, de desempleo y subempleo. Hay muchísima gente que sobrevive sólo porque Dios es grande. Una desigualdad social de pánico. Hemos abandonado el campo y nos hemos concentrado en las grandes ciudades. Y aquí están las consecuencias. He podido escuchar  algunos diagnósticos o pronósticos  de pensadores y analistas de la realidad mexicana y casi todos coinciden en que nuestro futuro se presenta incierto y sombrío.  Entonces la cuesta de enero va a estar más empinada que la  Rumorosa o “mil cumbres” o “el espinazo del diablo” o la cuesta del “infierno”. Hay que subir, pero no se le ve fin. Hay que “sacar juventud” de nuestro pasado. Hay que confiar en que tenemos sobre todo el recurso que somos nosotros: nuestros brazos, nuestras capacidades,  nuestra inteligencia, nuestra imaginación, nuestra voluntad, nuestra perseverancia. Y Dios por delante. Qué más queremos? Miren lo que escuchamos este domingo en la misa. El profeta  Isaías describiendo o delineando al Mesías que habría de venir, dice: “no gritará” (mamá,  papá: no grites, baja la voz) “no hará oír su voz por las calles” (“mucho ruido y pocas nueces”, “de lengua me como un plato”), “no romperá la caña resquebrajada” (aprovechar los recursos de que disponemos. Papá, mamá: no les hagas sentir a tus hijos que no valen, que no sirven para nada. Por favor nunca les pegues), “ni apagará la mecha que aún humea” (cuida tu cuerpo. Haz ejercicio, ve todo con optimismo) “no titubeará ni se doblegará”. No titubees ante la verdad y  dila  cueste lo que cueste. No te doblegues ante la adversidad. Iniciemos este año con buenos deseos, con ilusión y optimismo.

Mons. Eduardo Ackerman D.

Parroquia Santa María Reina de la Paz

eduardoackerman@yahoo.com.mx  

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