Les enviaré profetas y apóstoles; a unos los matarán, y a otros los perseguirán
Jueves
Evangelio: Lucas 11,47-54
En aquel tiempo, dijo el Señor: ¡Ay de ustedes, que construyen mausoleos a los profetas asesinados por sus propios antepasados! De esta manera, ustedes mismos están de acuerdo con lo que hicieron, porque ellos los asesinaron y ustedes les construyen mausoleos. Por eso dijo la sabiduría de Dios: «Les enviaré profetas y apóstoles; a unos los matarán, y a otros los perseguirán». Pero Dios va a pedir cuentas a esta generación de la sangre de todos los profetas vertida desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, a quien mataron entre el altar y el santuario. Les aseguro que se le pedirán cuentas a esta generación.
¡Ay de ustedes, maestros de la Ley, que se han apoderado de la llave de la ciencia! No han entrado ustedes, y a los que querían entrar se lo han impedido.
Cuando Jesús salió de allí, los maestros de la Ley y los fariseos comenzaron a acosarle terriblemente y a proponerle muchas cuestiones, tendiéndole trampas con intención de sorprenderlo en alguna de sus palabras.
ORATIO
Oh Señor, tus profetas hablan, pero pocos les escuchan. Su tarea consiste en mantener despierta a la humanidad, en indicar nuevos caminos, en leer y orientar la historia. Abre, Señor, nuestro corazón a los signos de los tiempos.
La palabra de tus profetas dice que el pasado y el presente tienen significado sólo si se proyectan hacia el futuro. Libéranos, Señor, de un tradicionalismo cómodo. Su misión es provocar al pueblo de Dios -a todos nosotros- a vivir su Palabra con valor y en plenitud. Concédenos, Señor, la fuerza de cumplir y proclamar tu voluntad. Su vida es dura, está sometida a prueba, exenta de seguridad y gratificaciones. Nadie la escoge; más aún, todos huyen de ella cuando la ofreces. Doblega, Señor, nuestra resistencia, para que tu voz resuene en toda la tierra.
Oh Señor, haz que, como cristianos y apóstoles, seamos profetas dignos de ti, cueste lo que cueste.
Mons. Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Ávila