Evangelio: Marcos 6,34-44

Mons. Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Avila

Martes 5 de enero

 

 

LECTIO

Evangelio: Marcos 6,34-44

Al desembarcar, vio Jesús un gran gentío, sintió compasión de ellos, pues eran como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Como se hacía tarde, los discípulos se acercaron a decirle: -El lugar está despoblado y ya es muy tarde. Despídelos para que vayan a los caseríos y aldeas del contorno y se compren algo de comer.

Jesús les replicó: -Dadles vosotros de comer. Ellos le contestaron: -¿Cómo vamos a comprar nosotros pan por valor de doscientos denarios para darles de comer? Él les preguntó: -¿Cuántos panes tenéis? Id a ver. Cuando lo averiguaron, le dijeron: -Cinco panes y dos peces. Jesús mandó que se sentaran todos por grupos sobre la hierba verdad, y se sentaron en corros de cien y de cincuenta. Él tomó entonces los cinco panes y los dos peces, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los fue dando a los discípulos para que los distribuyeran. Y también repartió los dos peces entre todos. Comieron todos hasta quedar saciados, y recogieron doce canastos llenos de trozos de pan y de lo que sobró del pescado. Los que comieron los panes eran cinco mil hombres.

 

 

 

ORATIO

Señor, tú eres un Dios que nos ha dado infinitas pruebas de amor y de bondad, no sólo creando el universo y el pequeño mundo en el que vivimos, sino también dándonos la vida y la inteligencia, por medio de la cual podemos gustar las bellezas creadas para nosotros y puestas a nuestra disposición. Pero, por encima de todo, te has demostrado Padre, dándonos la mayor prueba de tu inmenso amor al enviarnos a tu Hijo amado como Salvador, don precioso y extraordinario que sólo tu inmensa bondad podía pensar.

Verdaderamente eres un Dios de amor. Has tomado la iniciativa y no has permitido que permaneciéramos alejados de ti para siempre. Has establecido una estrecha alianza con tus hijos, a pesar de las muchas traiciones, y además nos has dado definitivamente, por medio de tu Hijo, la Iglesia como madre y como espacio de salvación. Te has mostrado grande de corazón ofreciéndonos el don renovado de tu Palabra y de tu eucaristía, sacramentos de tu amor divino. Te has preocupado también de saciar el hambre del hombre en sus necesidades espirituales y materiales, demostrando una predilección especial por los pobres y los que sufren.

Nunca has olvidado llamar a ti incluso a aquellos que se sienten suficientes y seguros, porque sólo tú eres la seguridad del hombre y la felicidad que llena el corazón.

Gracias por tu amor generoso y sin recato que nos hace descubrir tu verdadera identidad.

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