Gratuidad y gozo en la Familia de la espiritualidad de la Cruz por la Beatificación de “Conchita”
Pastoral para la Comunicación.- La Espiritualidad de la Cruz tiene 125 años de existencia. En este ya largo caminar, han tenido sus momentos altos y sus momentos complejos, pero podemos decir que hoy por hoy está más viva y es más actual que nunca. El devenir histórico y el momento social y religioso en el que nos encontramos, hacen a esta espiritualidad un camino de inusitada actualidad. El aporte de Concepción Cabrera de Armida a las necesidades espirituales y religiosas de los hombres y mujeres, parece que tendrá largos, muy largos años de vigencia como aseguran los especialistas en los diversos ámbitos de estudio de la espiritualidad en los escritos de Concepción Cabrera de Armida.
Se considera que su Cuenta de conciencia es la fuente primigenia a donde hemos de beber todos aquellos que queramos conocer qué aportó y cómo lo aportó. A ese conjunto monumental de escritos místicos y a otros editados, damos el nombre de Espiritualidad de la Cruz. Por lo tanto, Conchita aportó la novedad de un camino espiritual concreto que propone una manera de entender y vivir el Evangelio desde una óptica sacerdotal.
El centro, para ella fue Cristo Sacerdote y Víctima, contemplativo y misericordioso; reflejo del Padre e impronta de sus sustancia. Su aporte también subraya la novedad, a pesar de su antigüedad en la Iglesia, de lo que significa vivir la vida cristiana experimentándose habitados, invadidos por la Divinidad. A través de la Espiritualidad de la Cruz, de su símbolo originalísimo que es la Cruz del Apostolado, que contiene los elementos esenciales de ella y a través de la Cadena, quienes se acercan a este camino, pueden estar seguros que Cristo los asocia a su obra de redención que se sintetiza en aquel grito que dio origen a las Obras de la Cruz: ¡Jesús Salvador de los hombres, sálvalos, sálvalos!
En términos de teología espiritual, podemos decir que Conchita sintetiza magistralmente varias corrientes espirituales importantes: la jesuítica que pone el acento en dar gloria a Dios, a través de una vida en constante discernimiento para que en todo podamos Amar y servir, la escuela francesa de espiritualidad que aporta un aspecto sacerdotal centrado en el amor confiado al Verbo Encarnado; revalora la imagen del sacerdote como mediador entre Dios y los hombres y aporta un elemento de dulzura y suavidad en el amor que se centra en el Sagrado Corazón de Jesús y en el Corazón de María. Hay, además un porte original de Conchita en su ardiente amor a la Eucaristía, no sólo como reparación sino como amistad profunda con el Cristo sacramental; su inteligencia para hacer del dolor humano una moneda de cambio en relación al concepto paulino de que la deuda de nuestros pecados quedó clavada en la Cruz de Cristo. Además, Conchita insiste en la transformación en Cristo como elemento fundante para seguir a Jesús con pureza de corazón.
Desde que la Cruz del Apostolado fue plantada en Jesús María el 3 de mayo de 1894; desde que se fundaron las Obras de la Cruz; en orden cronológico: el Apostolado de la Cruz en 1895, las Religiosas de la Cruz del Sagrado Corazón de Jesús en 1897, la Alianza de Amor con el Sagrado Corazón de Jesús en 1909, la Fraternidad de Cristo Sacerdote en 1912 y los Misioneros del Espíritu Santo en 1914 a la fecha, han pasado por estas Obras incontables hombres y mujeres que a través de la Espiritualidad de la Cruz que éstas ofrecen, han orientado sus vidas, han podido dar un sentido profundo a su manera de pensar, sentir y actuar. Y no sólo los que pertenecen a las Obras sino hombres y mujeres que se han dejado tocar por alguna lectura, alguna práctica espiritual o simplemente al conocer la vida y obra de Conchita.