Una mirada de fe a nuestra historia

Suelen los pueblos volver la mirada a los acontecimientos significativos y fundantes de su historia para comprender su identidad, asumir su pasado y proyectar, en la medida de lo posible, hacia nuevos rumbos, su porvenir. Cuando el pueblo es cristiano, está invitado a reconocer la presencia divina que fecunda, con el suave rocío del Espíritu, las semillas del Verbo que después florecen con la fuerza del Evangelio en el seno de la comunidad llamada Iglesia. La gestación y el crecimiento de una nación es un proceso siempre doloroso, prolongado y nunca totalmente acabado, con luces y sombras que hay que acoger con espíritu generoso y también agradecido hacia quienes contribuyeron a su realización.Los acontecimientos que el calendario civil se apresta a celebrar, el Bicentenario de la Independencia Nacional y el Centenario de la Revolución Mexicana, en los cuales la Iglesia Católica se vio involucrada de diversas maneras y en distintos grados, nos obligan a los sacerdotes a decir una palabra sobre su significado religioso y social ya que la fe católica, por su relación íntima con  el misterio del Verbo Encarnado, no puede desentenderse de la vida cotidiana de los fieles y del entorno geográfico e histórico en que se desarrolla. Es bien sabido cómo la fe católica se propagó en estas tierras en medio de acontecimientos dramáticos, y cómo la labor de los evangelizadores fue abriéndose paso entre graves dificultades, pero nunca sin el auxilio divino, muchas veces extraordinario. La labor evangelizadora y el ingenio pedagógico de los misioneros se vieron siempre acompañados por la acción de la gracia y por una presencia suave y vigorosa de Santa María de Guadalupe, la madre del Redentor; de modo que “en nuestros pueblos, el Evangelio ha sido anunciado presentando a la Virgen María como su realización más alta”. El anhelo más profundo del corazón humano alentado por el Acontecimiento Guadalupano, se expresó en la búsqueda de la justicia y de la libertad para todos. La Iglesia lo acogió y alimentó mediante los caudillos salidos de sus filas, quienes lo asumieron con entrega generosa aunque con los excesos que toda lucha armada suele llevar consigo. Tampoco faltaron resistencias de algunos eclesiásticos amparados en los privilegios que la Corona propiciaba. Por eso, para acercarnos a la comprensión de la conciencia histórica de nuestra patria, debemos tener en cuenta que la fe católica fue un elemento presente y dinamizador. 

Monseñor Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

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