¿Quién es neurótico?

La gente decía que Jesús no estaba en sus cabales.

Todos damos por supuesto que una persona es normal y sana cuando cumple correctamente con el papel social que le toca desempeñar. Cuando hace lo que de él se espera y sabe adaptarse y actuar según la escala de valores y las pautas que están de moda en la sociedad.

Por el contrario, la persona que no se adapta a esos esquemas y actúa de manera distinta, corre el riesgo de ser considerada como anormal, neurótica, sospechosa. Este es el caso de Jesús. Su actuación libre provoca rápidamente el rechazo social. Sus familiares lo consideran como desequilibrado y excéntrico. Las clases cultas fariseas sospechan que está irremediablemente poseído por el mal.

El problema está en saber quién es el que está verdaderamente desequilibrado y poseído por el mal y quién es el verdaderamente sano que sabe crecer como hombre.

Cuando una sociedad está neurotizada y mutila la personalidad de sus miembros, la única forma de mantenerse sanos es la ruptura con los esquemas sociales vigentes, aun a costa de ser considerados como neuróticos por el resto de la sociedad.

No es fácil ser diferente y mantener la propia libertad en medio de una sociedad enferma. La mayoría se conforma con adaptarse, «vivir bien», sentirse seguros. Tiene horror a la responsabilidad.

Cuántos hombres y mujeres valorados socialmente por su eficiencia y su capacidad de moverse con agilidad en esta «sociedad de intereses» son triste caricatura de lo que un ser humano está llamado a ser.

Gentes que han renunciado a sus propias convicciones y no saben ya lo que es ser fiel a un proyecto humano de vida. Personas que se limitan a interpretar un papel, respetar un guión, «hacer el personaje». Hombres y mujeres que viven sin vivir, con una libertad atrofiada. Gente que se reconoce en la mercancía que compra; que encuentra su alma en su automóvil, en su aparato de alta fidelidad, su casa, su equipo de cocina.

Los creyentes olvidamos con frecuencia que la fe en Jesucristo puede darnos libertad interna y fuerza para salvarnos de tantas presiones e imperativos sociales que atrofian nuestro crecimiento como personas verdaderamente libres y sanas.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

 

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