Democracia y Verdad
Una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana. El relativismo es uno de los mayores riesgos para las democracias actuales, pues induce a considerar inexistente un criterio objetivo y universal para establecer el fundamento y la correcta jerarquía de valores. Si no existe una verdad última, que oriente y guíe la acción política, entonces, las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente para fines de poder. Una democracia sin valores se convierte con facilidad en un totalitarismo visible o encubierto, como demuestra la historia. La democracia es fundamentalmente un “ordenamiento”, y como tal, un instrumento y no un fin. Su carácter “moral” no es automático, sino que depende de su conformidad con la ley moral a la que, como cualquier otro comportamiento humano, debe someterse; esto es, depende de la moralidad de los fines que persigue y de los medios de que se sirve.
Todo proceso electoral y democrático debe desembocar en un proyecto al Servicio de la sociedad y no de los intereses de los Partidos y Grupos Políticos. Fortalecer la democracia es reconstruir la confianza ciudadana y el tejido social, es promover y organizar la sociedad para la participación política de todos los sectores sociales en los distintos niveles de gobierno. Alentamos, por ello, la construcción de un Acuerdo Político en nuestro Estado en que participemos los diversos sectores.
Todo ciudadano tiene el deber inmediato e inexcusable de colaborar en favor de un orden justo en la sociedad, configurar rectamente la vida social y animar todas y cada una de las actividades políticas que le corresponda. Debe hacer presente en nuestra cultura y, por tanto, en su vida cotidiana los valores universales de la dignidad de la persona humana, el respeto a los derechos humanos, la búsqueda del bien común, el cuidado del medio ambiente, la verdad, la justicia, la libertad, el amor, la solidaridad, la tolerancia y la paz. Sin estos valores que, por cierto, tienen una profunda raigambre cristiana, nuestra sobrevivencia y convivencia estarán en peligro.
Mons. Salvador Cisneros G.
Parroquia Santa Teresa de Ávila