Mensaje de Beata Teresa de Calcuta para el mundo de Hoy
“Ven se mi Luz” V (continúa de la semana anterior)
Para el mundo entero, la Madre Teresa se ha convertido en un símbolo de amor y de compasión, y su nombre es sinónimo del tierno cuidado de aquellos, los más necesitados; todo esto hecho no en su propio nombre, sino en el nombre del Dios que la envió. Para muchos, pobres y ricos por igual, cegados por el dolor y las injusticias de la vida, su carisma se ha convertido en una ventana en el corazón de Dios; su mensaje ha servido como invitación a la aceptación y el abrazo de Dios. Su testimonio y mensaje son llevados en el corazón de incontables hombres y mujeres de todos los credos, como señal de que “tanto amó Dios al mundo…”[1] y de que, como Madre añadiría, “Dios aún ama al mundo… hoy”[2]. Su trabajo, transmitido a la familia religiosa que fundó, no es un trabajo social. Alimentar a los hambrientos y cuidar a los moribundos no son un fin en sí mismos, sino más bien un íntimo compartir en las redentivas “obras de amor”[3] dirigidas a los últimos y a los perdidos. Enfrentada a las abrumadoras necesidades de los menesterosos que la rodeaban, abandonados en las calles y en los barrios pobres sin que nadie les enseñara el amor de Dios, el Señor la instruyó en una forma novedosa de abordar la evangelización, a través de la cual daría un nuevo rostro a la prédica de las Buenas Nuevas a los pobres, en los barrios bajos y más allá.Jesús le hizo conocer el intenso anhelo de Su Corazón por éstos, los “últimos de sus hermanos”– el profundo deseo de amarlos y de ser amado por ellos, ahora y en el Reino. Él dio forma en el lenguaje a Su intenso deseo cuando, en el Calvario, pronunció las palabras “Tengo Sed”[4].“En este momento, hoy y todos los días, Jesús está sediento de mi amor. Él ansiosamente anhela por mí…”[5].Éste es su intenso deseo de amor, de mí amor”[6].El llamado de Madre, sería el de saciar esta infinita sed de Jesús, una sed “de amor y de las almas”.[7]. Y respondería yendo con Él a los “hoyos obscuros”[8], donde se agrupaban desordenadamente los pobres, viviendo entre ellos y como ellos; amándolos en Su nombre y sirviéndole en Su escondida presencia dentro de aquellos que llevan el peso y la dignidad de Su Cruz. (Continuará).
P Sergio Clavijo M.C.
Encargado de la Parroquia Nuestra Señora de la Confianza
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