El encuentro con el dolor humano
Jesús va de camino. Al acercarse a la pequeña ciudad de Naín se encuentra con un entierro concurrido, no porque se tratara de alguien muy importante, sino porque se trata de una muerte que ha conmovido muy profundamente: un muchacho que además era el hijo único de una viuda. En esta narración, no hay ningún acto previo de confianza en Cristo. Se trata simplemente del encuentro de Jesús con el dolor, con aquella tragedia humana, que le hace actuar. Constata el evangelio: "le dio lástima". Y Jesús le dice a la madre "no llores" y al muerto "levántate". "Y Jesús se lo entregó a su madre". La narración termina diciéndonos que la gente exclamaba: "Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo". Jesús es el profeta que vino a anunciar que Dios no quiere el dolor, el llanto, la muerte. Que el destino del hombre no es la muerte sino la vida. Que él, Dios, se conmueve y sufre ante el dolor y la tragedia que padece cada ser humano. ¿Qué debemos hacer nosotros como discípulos del profeta Jesús? Todos, en nuestra vida hallamos hombres y mujeres que lloran, afectados por la enfermedad, la muerte. O por la desgracia que sea. Como discípulos de Jesús, ¿qué debemos hacer? Muchas veces pensamos que debemos de dar explicaciones del por qué del dolor. Y nos equivocamos, porque nadie nos ha encargado dar explicaciones que, además, no sirven de nada. Peor si nos atrevemos a decir que es voluntad de Dios: eso es una blasfemia, porque es decir que Dios quiere el mal para el hombre. No es necesario dar explicaciones que poco sirven ante el dolor o la tragedia humana. Pero tampoco podemos hacer milagros. Entonces, ¿qué hay que hacer? Algo que hizo Jesús: conmoverse. Conmoverse significa hacer compañía y procurar ayuda. Comulgar con el dolor del hermano, sentirlo como propio. Sin necesidad de que nos lo pidan, sin querer asumir ningún protagonismo: con sencillez, con amor. Así seremos discípulos del profeta Jesús, que vino a compartir el dolor del hombre, a luchar en contra de sus causas, a anunciar la felicidad que Dios quiere para cada hombre y cada mujer.
Monseñor Salvador Cisneros
Parroquia Santa Teresa de Àvila