Tijuana, una realidad desafiante

Tijuana, ciudad de innumerables rostros, es síntesis vital de nuestra patria mexicana que trasciende fronteras y supera límites, genera una nueva cultura, abigarrada y múltiple, de luces y de sombras, de riqueza y pobreza, de grandeza y debilidad.

Ciudad de rostro maternal que acoge generosa y abierta a una muchedumbre de hombres y mujeres en búsqueda de espacios de realización y de fuentes de vida.

Hogar de gente emprendedora y esforzada, con rostro de trabajador y de emigrante, de empresario y político, de intelectual y artista, de luchador social y visitante, de servidores y de negociantes.

Ciudad cosmopolita, es espacio de encuentro y encrucijada sorprendente entre el norte y el sur, el este y el oeste del mundo en que vivimos.

Aquí surge una forma de vida que impulsa un crecimiento acelerado y favorece, al mismo tiempo, posibilidades enormes y contrastes sombríos.

Es importante que nuestra ciudad se perciba cada vez más como casa común en la que cada uno de sus habitantes, no obstante nuestras diferencias, formamos una gran familia.

Y este concepto de "familia" evocará en nosotros algo más que unas simples relaciones funcionales o que una mera convergencia de intereses. La familia es, por naturaleza, una comunidad fundada en la confianza recíproca, en el apoyo mutuo y en el respeto sincero. En una auténtica familia no existe el predominio de los fuertes; al contrario, los miembros más desprotegidos son mejor aceptados y atendidos.

A nosotros corresponde asumir, hoy más que nunca, el compromiso y la responsabilidad histórica de favorecer este salto de calidad de vida. No sólo para enfrentar la grave problemática que estamos viviendo, sino para promover actitudes capaces de elevar las relaciones existentes entre nuestros conciudadanos, desde una simple coexistencia pacífica y segura, hasta una forma de existencia humanista y solidaria, comprometida y generosa. Sólo con estas actitudes básicas podremos superar la "extremada violencia" de la insaciable criminalidad que aterroriza a nuestra población. Y además, venceremos aquella "guerra fría", no menos cruel y destructiva, de la injusticia y de la indiferencia que representa el caldo de cultivo del fanatismo y la barbarie.

Nuestra meta es lograr la seguridad y el respeto de cada uno de los ciudadanos y su plena valoración. Tal es el patrimonio verdadero de nuestra sociedad.

 

Mons. Salvador Cisneros

Parroquia Santa Teresa de Ávila

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